“Él puede, yo no puedo”: ¿Seguimos criando a niños y niñas con reglas diferentes?

Hoy, durante una sesión con una adolescente, ella compartió algunas de sus frustraciones:

A mi hermano se le permite salir hasta tarde. A mí no.
“Él puede beber con sus amigos sin pedir permiso, y yo tengo que pedírselo mil veces”.


¿Te suenan familiares estas frases?

Quizás se las hayas oído decir a tu hija adolescente. O tal vez, si te detienes un momento, recuerdes que tus padres se las decían a ti mismo a su edad.
Lo cierto es que, aunque no siempre nos demos cuenta, muchas familias siguen criando a sus hijas e hijos de forma diferente. No porque los quieran menos, sino porque existen creencias transmitidas de generación en generación que influyen en cómo establecemos límites, ofrecemos libertad o enseñamos a cuidarnos.

¿Por qué protegemos más a las niñas?

A menudo, la respuesta es sencilla: miedo.
Queremos que nuestras hijas estén seguras, eviten riesgos y no sufran.
Pero sin querer, esa sobreprotección se convierte en control, con límites estrictos que no se aplican de la misma manera a sus hermanos. El mensaje que reciben... no es:

“Te protejo porque te amo”, sino más bien:

“Confío más en él que en ti”

“Tu libertad es un riesgo”

“El mundo es peligroso para ti, pero no tanto para él”

 

¿Y qué hay de nuestros hijos? ¿Libertad… o abandono?

A los niños se les suele dar más autonomía desde pequeños. Se les permite quedarse solos en casa más temprano, salir más tarde y tomar decisiones con poca supervisión. Pero esa libertad no siempre es una ventaja.

Muchos niños crecen con una mentalidad de autosuficiencia, sin espacio para pedir ayuda, expresar miedo o mostrar vulnerabilidad. La ausencia de límites claros puede confundirlos: no están seguros de si tienen permiso o si nadie les presta atención.

¿Qué sienten nuestras hijas?

Las adolescentes notan la diferencia. Y cuando hablan, rara vez se les escucha. Se comparan con sus hermanos y se sienten menos validadas, menos libres, con menos confianza familiar. Su autoestima se resiente. Algunas se rebelan. Otras ceden. Pero todas, en algún momento, se preguntan:

“¿Por qué es diferente para mí?”

Podemos crecer desde la equidad, no desde el miedo:
La equidad no significa tratar a todos por igual, sino dar a cada niño lo que necesita para crecer sano y autónomo.

Significa establecer límites en función de la madurez, no del género.
Significa enseñarles a cuidar de sí mismos y a no temer al mundo.
Significa permitir que las hijas cometan errores, corran riesgos y tomen decisiones, y permitir que los hijos aprendan a esperar, a cuidar y a asumir responsabilidades.

Una invitación a la reflexión

Si te ves reflejado en estas palabras no te juzgues.
Ser padres no se trata de ser perfecto: se trata de ser más consciente cada día.

¿Qué pasaría si confiáramos más en nuestras hijas y apoyáramos mejor a nuestros hijos?

Tal vez estaríamos criando una generación más libre, más empática y más equitativa.

Imagen de Annie Plenge

Annie Plenge

Carrito de compras
Utilizamos cookies para mejorar su experiencia en nuestro sitio web. Al navegar por este sitio web, acepta el uso de cookies.